ALGO ESTÁ PASANDO

Emociona mucho ver la dinámica que ha tomado la “movida” gastronómica en Venezuela. Este último trimestre del año ha resultado ser particularmente prolífico en acontecimientos: premios, congresos, homenajes, ferias, inauguraciones y libros se vienen sucediendo y superponiendo en un entramado de buenas noticias que reflejan una madurez gastronómica que tiende a consolidarse mediante una evolución que se hace notar. Normalmente ésta columna posee un carácter intimista, hoy me limitaré al hecho noticioso. Algo está pasando y agradezco la suerte coyuntural que me hace testigo.

EL TENEDOR DE ORO (SOMOS)
En 1984 se fundó en nuestro país la Academia Venezolana de Gastronomía, teniendo en su seno como miembros a los grandes pensadores teóricos del hecho gastronómico nacional. Cuatro grandes nombres han tenido el compromiso de la presidencia en estos 22 años, Armando Scannone, José Rafael Lovera, Ben Amí Fihman y actualmente Nelson Ramírez; y desde hace 4 años la academia otorga “El Tenedor de Oro”, un premio para reconocer el talento de expertos cocineros con habilidades probadas frente al fogón, así como la trayectoria de personas o instituciones que se han encargado de hacer valiosos aportes al desarrollo de la gastronomía en su sentido más amplio. Este año los merecedores fueron Jorge Redmond (chocolate El Rey), Carlos García (Chef del año), Miro Popic (por su guía de restaurantes), Industrias Polar (por el invento de la harina precocida de maíz) y mi persona por la labor de difusión de la gastronomía venezolana.

Las premiaciones en cualquier oficio permiten dos cosas en extremo importantes, por un lado, establecen la temperatura y el pulso de lo que una sociedad siente como sus valores en ese momento, y por el otro generan memoria histórica a través de un índice de homenajeados. Si escudriñamos, resulta bien interesante la significación de estos premios, con ellos se está premiando a nivel gastronómico un producto terminado capaz de competir a nivel mundial, un ingrediente que es un invento de repercusión social evidente, la labor de un cocinero, la existencia de guías que cataloguen lo que está sucediendo y finalmente la labor de quienes no desean que semejantes logros queden anónimos. ¡Si un país puede sustentarse sobre semejante pentágono, ser pesimistas es una temeridad!

EL VINO TOMA A CARACAS (ESTAMOS)
Ayer culminó en la ciudad de Caracas lo que es la segunda edición de un evento bautizado “El vino toma a Caracas” y con él de alguna manera, cierra lo que debe haber sido el año con la mayor cantidad de eventos masivos de corte gastronómico en Venezuela. Se realizó en los espacios abiertos de un centro comercial capitalino y la incomodidad del espacio sumado a los ríos de visitantes, llama a reflexión sobre la necesidad, cada vez más patente, de un centro especializado de convenciones que logre albergar eventos de este tipo. Las ciudades que han tenido la clarividencia para intuir el poderoso magneto turístico que son las convenciones, se han abocado a la construcción de lugares diseñados especialmente para albergarlas y con ello han convertido ciudades desconocidas en pequeñas vedette. Este año ha probado con creces que tenemos tres de los cuatro elementos necesarios: gente con ideas y ganas de llevarlas a cabo, empresa privada dispuesta a arriesgar capital para apoyar y público dispuesto a llenar los espacios. Solo falta la iniciativa colectiva para generar el espacio físico que lo albergue.

TOCAR FUEGO (EXISTIMOS)
Posiblemente debido a lo pequeño que es el mercado editorial en un país con solo 22 millones de habitantes y lo costoso que resulta editar fotos de recetas, una de las deudas que había tardado más tiempo en saldarse ha sido la edición de un libro de cocina con estándares gráficos capaces de competir “de tú a tú” con las ediciones de cocina de otros países. Acaba de salir al mercado el libro “Tocar fuego”, como sueño personal de un comité editorial conformado por el chef Francisco Abenante, el fotógrafo Rafael Guillén y el diseñador Ricardo Limongi; si a ellos tres les sumamos la pluma sublime de la periodista Faitha Nahmes y los retratos del consagrado Luís Brito. Nos encontramos, entonces, ante un libro en el que estos cinco quijotes, ceden en acto de humildad, el protagonismo de la portada a los nombres de 15 cocineros. Además, establece un estándar basal para futuros libros, pero sobre todo genera la simiente de futuras ediciones que terminen por constituir el documento mayor de algo que a luces claras nos está sucediendo. Lo más bonito: en un país tan acostumbrado al centralismo caraqueño, nace un proyecto 100 % barquisimetano.

FERIA DE VALENCIA (TENEMOS)
Hace exactamente una semana culminaron las Ferias de Valencia y gracias a una coordinación impecable (y nada fácil de lograr) de tarimas con grupos musicales, sitios de comida, ferias artesanales, parques infantiles, toros, etc. quedé bastante impresionado. Me he llamado varias veces en ejercicio de burla un “comeflor”, lo que me coloca automáticamente en el bando de quienes no poseen estómago para una corrida de toros. Con ello fijo una posición que tal vez me aleje de eso que podríamos llamar idiosincrasia venezolana, pero ese hecho no hace que esté ciego ante lo que ese día saltó a toda vista: Me dio orgullo sentir a mi país en cada local de venta de carne en vara o de raspados como si se tratara de una gran feria comercial de expendio de nuestras tradiciones culinarias, me dio orgullo que todo fuese limpio, me dio orgullo sentirme mimetizado, me dio orgullo sentir que quería mostrarles esto a amigos extranjeros, me dio orgullo no ver propaganda política … y como nunca me sentí venezolano.

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