Y ENTONCES ME DIJISTE

Eras bastante pequeño para entonces, posiblemente cinco, o quizás seis. Estábamos solos. Los dos en casa. Yo me estrenaba por esos días en los intríngulis de producir las vituallas para la lonchera del colegio. Eran días en los que el éxito se resumía en tu lacónica afirmación cuando preguntaba si te habías comido todo. Días en los que comencé, llevado de tu mano lampiña de entonces, una lucha contra la rutina, la bolsita de chucherías, la comida rápida como mecanismo de premio y de los carbohidratos como salida fácil, para no tener que lidiar con tus negativas obstinadas. Eran los días, amado Pablo, en los que no te gustaba prácticamente nada de lo que cocinaba.

Pensé que esa tarde iba a estar cargada de la intrascendencia pausada y amorosa de los cotidianos que nos definen, por eso los detalles son brumosos. Creo – ya te encargarás de afinarme la memoria – que me comentaste que tu maestra te había pedido que un día le llevaras una receta mía. Te dije, entonces, que tomaras papel y lápiz porque ese día ambos íbamos a cocinar tu almuerzo de colegio y además tú ibas a escribir la receta para llevársela de regalo. ¡Daría un bocado importante de mi reino infinito por volver a tener en mis manos ese papel cargado de letra torpe y errores ortográficos que seguramente la sonrojaron!

La receta la recuerdo con una nitidez que asusta. Picamos el bistec en cubos y le pusimos salsa inglesa y sal. Lo de la pimienta no fue negociable: “No me gusta el picante”, fuiste tajante. Calenté una sartén y allí doré por tandas la carne. No lo recuerdo bien, pero podría apostar que a ratos vestí mi traje de maestro y con severidad fingida te fui indicando la importancia de colocar la carne de a poco para que dorara bien. Tu anotabas. Lento anotabas. Lento, sin tener yo la menor idea, anotaba en ti.

Sacamos la carne y coloqué cebolla en tiritas. Ahora que lo pienso, colocarla fue todo un acto de provocación de mi parte. La cebolla rápidamente se impregnó de los jugos pegados de la carne y el olor dulzón que desprendía comenzó a flotar juguetón en nuestro minúsculo apartamento. Debe haber sido rarísimo para ti verme agregar agua a la sartén y raspar el fondo como si quisiera horadarlo. El agua se cargo de colores y olores que aun impregnan nuestras almas, y como se que no te gustaba nada aguadito, dejé que se secara el líquido hasta humedecer a la cebolla con su barniz arenoso hasta convertirla en una masa amorfa que poco tenía que decirte de su origen y forma odiados ¿Qué habrás anotado en ese momento?, es una verdadera lástima que no lo recuerde. Luego agregué la carne, revolví y te di para probar. Está riquísimo dijiste. Supe que era verdad porque tienes una manera de acentuar con dramatismo la segunda i que te delata. Ese día descubrí que jugando, comiste algo nuevo. Irónicamente pasaron años para que aceptaras de nuevo salsa o cebolla. Ese día anotaste y yo anoté en ti.

II

Mi niño eterno, han pasado unos cuantos años de ese día olvidado. Pensé que para ambos. La otra tarde parecía una cualquiera, salvo por el hecho siempre desgarrador de tu partida a la tierra en donde vives. Te dije - “Escoge el lugar en donde quieres que cenemos, el que sea”. Verte meditabundo ya resultó una sorpresa. Y entonces me dijiste. Me dijiste que no querías ir a ningún lugar. Me dijiste que querías ir a casa y que te cocinara. Me dijiste que te hiciera ese plato. Me dijiste que lo recordabas y que lo querías de nuevo.

Aun no lees las cosas que escribo, pero debo confesarte que hace tres meses escribí en este periódico un artículo que decía “Me habré graduado, sobre todo, cuando mi hijo se acueste una noche añorando un plato mío”, ¡Podrás imaginarte entonces la tormenta de maripositas que estragaron mi estómago cuando me pediste que te cocinara ese plato!

Torcí rumbo de inmediato y fuimos al supermercado. Compramos la carne, la salsa inglesa y la cebolla. Hubo cambios esta vez. Ya no anotabas, ya no tienes errores ortográficos, ya eres grande, ya casi comes de todo, ya me permitiste la pimienta y el inédito ajo. El agua fue sustituida por vino tinto.

Casi veinte años cocinando, y nunca cociné con tanta presión. Con tanto terror a fallar. Con tantas ganas de que fuera igual. Y esperé suspendido. Sin aliento. Y entonces me dijiste tu riquísimo acentuado con dramatismo y pude exhalar y reconocer nuevamente el latido. Ese día amado Pablo, me hiciste entender que no existe día menor. Que cada segunda escribe historia, y si les damos chance, años después esos segundos logran besarnos en la boca... Como diría Serrat.


Comentarios

Anónimo ha dicho que…
Esto lo dijo mi amiga Daysel: "Este hombre no es de esta Tierra...Qué cosa más bella, es un ser humano MARAVILLOSO!! Llevo años mirando sus programas y es increíble el amor que siente por su país; tiene taan claro cuáles son sus raíces y qué es lo que quiere. Es excelente, LO ADORO!" Pero yo lo firmo y confirmo.
Un abrazo inmenso. Carmen Alicia Castillo
Una brujita ha dicho que…
Me aguaste los ojos. Yo soy llorona, lo admito, pero q bello describiste el amor hacia tu hijo. Ojala todos los padres se dieran cuenta de esos momentos q marcan la vida y capaz algun dia Pablo te admita q extraña ese plato. Yo recuerdo los q me preparaba mi papa cuando yo me enfermaba de niña.
Anónimo ha dicho que…
Definitivamente pocas son las personas en este mundo que describen de forma tan sútil el amor hacia un ser amado, impregnando cada una de sus palabras con verdadero amor. Este escrito debería ser difundido por todos para que aquellas personas que ven en los detalles simples algo "insignificante” y mucho menos importante, aprendan a apreciar que cada instante en esta vida tiene un valor inigualable que no se debería pasar por alto. He aprendido que la esencia de la vida no está en las grandes vivencias sino en breves momentos de felicidad que algunos no pueden “observar”. Rosa Coronel.
DRESS ME UP ha dicho que…
Sumit no puede ser más lindo lo q escribiste! Me encantó!!
Beso grande y espero vernos pronto de nuevo! Titi!
Anónimo ha dicho que…
Simplemente, hermoso. Gracias por compartirlo. En definitiva, el amor es siempre lo más liviano y, a la vez, lo que mayor peso y profundidad imprime a nuestras vidas.
Unknown ha dicho que…
Es verdaderamente un poema!

Gracias por compartir tus sentimientos con todos nosotros.

Ha sido un regalo para el alma y el corazón de todos nosotros ( digo, los que te seguimos)

Gracias de nuevo!
Mariangela ha dicho que…
uyyy ylloré ... mis hijos siempre me piden cositas dulces .. y juntos, siempre recordamos que ésas nos recuerdan mucho a mamá y sus travesuras .. a esa mamá que mientras yo no estaba en el país alimentaba a quien entonces era mi prometido con torta de zanahoria y profiteroles cada domingo ...
Anónimo ha dicho que…
Ufffff el corazon se me puso chiquitico con tu relato tan hermoso. Hiciste que imaginara cada palabra en mi mente. Escribes con el alma.
Anónimo ha dicho que…
Lloré, pero yo soy de las lloronas por todo, aunque esta vez, es porq añoro a mi papá, era asi, como tu, pero sin poesia, me hacia mis meriendas, mi tetero, y me abrazaba y me decía: ya no llore! a lo hecho, pecho.!! y hoy, q no está, me duele en el corazón no haberle dado a mi hijo un padre asi... porq los padres como el mio y como tu, nos marcan la vida de amor y compañia, y nos dan la seguridad de q no importa donde estemos o lo q suceda, ustedes nunca nos van a desamparar...
gracias...
Ninoshka.

Entradas populares de este blog

¿Y TÚ MIGRASTE PARA TERMINAR LAVANDO POCETAS?

LAS MADRES DE LA DIÁSPORA VENEZOLANA TIENEN UN PASADO

DEFENSA DE LA HALLACA