Vegetarianismo

“Nada beneficiará tanto la salud humana e incrementará las posibilidades de supervivencia de la vida sobre la Tierra, como la evolución hacia una dieta vegetariana”. Albert Einstein.

Ser vegetariano ha sido una opción que pocas veces genera indiferencia. Si asumimos que están en bando diferentes quienes practican esta forma de alimentación y quienes, por el contrario, ven a la carne como parte fundamental de su dieta, podríamos aseverar que se trata de antagonismos evidentes e irreconciliables la mayoría de las veces. Históricamente quien ha optado por execrar a las carnes de su dieta cotidiana, lo ha hecho por tres razones: por respeto a preceptos religiosos, porque considera que es más saludable o porque no concibe la crueldad hacia los animales. Quien come carne, también tiene tres razones poderosas que esgrimir: alegan que su consumo fue protagónico en el desarrollo de la inteligencia del hombre, que somos omnívoros y es tonto pelear contra la naturaleza o que existen nutrientes imposibles de obtener con una dieta exclusivamente vegetariana. Todos los argumentos poseen un grado importante de razón y cuando se trata de nuestro cuerpo y de lo que estamos dispuestos a introducir en él, cualquier adoctrinamiento carece de sentido porque a la larga siempre ganará lo que ese cuerpo quiera decirnos.

La razón para enfocarnos en un tema claramente asociado al libre albedrío, es porque adosado a todos los cambios que nos presenta la modernidad avasallante que nos ha tocado atestiguar, también han nacidos corrientes gastronómicas, y con ellas un nuevo tipo de vegetariano: aquel que opta por esta opción por razones ecológicas.

II

Los cambios que se han dado debido a la explosión demográfica de la última centuria, superan en muchos casos estadísticamente la sumatoria de eventos de todo tiempo pasado en donde el hombre se haya visto envuelto; lo que inevitablemente trae consigo un pesado fardo de distorsiones y cambios para siempre.

Es difícil negar las virtudes olfativas y gustativas de un trozo sangrante y humeante de carne de res que reposa tostado sobre una madera y posiblemente si se busca sustentabilidad, podría lograrse su consumo sin mucha crueldad. El problema es que no sólo somos muchos, sino que nos hemos vuelto carnívoros compulsivos y para suplir nuestra avidez desmedida estamos diseñando un mundo en donde destinamos 14.000 litros de agua por cada Kg. de carne producido, en donde en promedio 80% de toda la siembra mundial de maíz, avena y soja se destina para alimento de animales (trayendo irónicamente más hambre a los países menos favorecidos), y en donde se calcula que los gases emitidos por las heces de esta superpoblación de domesticados, supera con creces las de los autos, contribuyendo de manera nada deseable al aumento del efecto invernadero. Pareciera entonces, que el problema (desde un plano ecológico) no está en el consumo mismo de proteínas animales, sino en nuestro descontrol; el mismo que ha llevado a Latinoamérica a comer en promedio 75% del peso del plato en proteínas animales.

Decidir ser vegetariano de la noche a la mañana no es una decisión fácil, más cuando culturalmente es un estilo de vida alejado de nuestra cotidianidad. Es una decisión que pasa primero por estudiar, para asegurar un conocimiento que nos lleve a un consumo variado y correcto, que garantice equilibrio de consumo de nutrientes. En pocas palabras, quien decide ser vegetariano sin haberlo sido, corre el riesgo de desnutrirse. Una cosa es nacer en la India con 6000 años de experiencia acumulada en vegetarianismo o en la Cuenca Mediterránea, en donde una señora árabe o italiana le sirve un festín opíparo a su familia en donde como mucho cada comensal come 100 grs. de carne. Otra cosa muy diferente es decidir serlo en Venezuela, por lo que en nuestro caso, quizás, la opción es tomar conciencia y decidir comer la cantidad lógica de proteínas de un pabellón y no bistec mañana y tarde.

Una vez que se toma la decisión de comer más vegetales, comienza una retoma de placeres asociados a la gastronomía que hemos ido perdiendo. Comer vegetales implica planificar lo que se desea comer al día siguiente y ello, de manera natural, implica aprender a visitar mercados, reconocer nuevos productos y aprender a cocinar. ¡Eso no puede ser malo!

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